
El bosque de los cedros
Siempre que entramos a Marruecos hacia el interior, es decir, pasando por Chefchaouen, al tercer o cuarto día, después de habernos relajado profundamente en las Gargantas del Ziz, nos dirigimos hacia el sur; o bien hacia el desierto o hacia Tinerhir.
En ambos casos, a la salida de Azrou, la carretera se empina y comienza una zona de suaves curvas en ascenso. Hay dos cosas que llamarán nuestra atención. Primero, que nos adentramos en un bosque de árboles muy altos y muy peculiares. Es el Bosque de los Cedros. No es fácil ver tantos cedros juntos y menos formando un bosque tan inmenso. Algunos pueden tener una altura de 30 ó 40 metros. La espesura es tal que la falta de luz se hace patente.
La segunda cosa que nos llama la atención son unas diminutas criaturas que saltan de rama en rama. Apenas podemos verlos pues, cuando hemos fijado la vista en una, desaparece. Son los monos del Atlas.
En un momento la carretera se presenta llana y recta y, justo en ese momento, hay una explana donde parar tranquilamente rodeada de unos tenderetes donde venden artesanía. Allí también podemos comprar una bolsa de cacahuetes para tratar de ganarnos la confianza de algún macaco. Aún así, resulta difícil. Son esquivos y desconfiados. No olvidemos que están en total libertad y no tienen que soportar nada que no les guste.
Estos animalitos, curiosos pero no simpáticos, forman una comunidad de monos de berbería y sólo pueden verse en el Bosque de los Cedros y en Gibraltar. Son hermanos y, por cierto, son los únicos monos de Europa y del norte de África. Hay teorías que dicen que no son originarios del lugar sino que alguien los llevó y se asilvestraron. Los de Gibraltar es casi evidente que los llevarían allí, donde los cuidan casi como a sus hijos, pues son uno de los atractivos turísticos de la Roca.
Lo cierto es que en el Bosque de los Cedros, todo el tiempo que pasemos se nos hace corto ya que es entretenidísimo observarlos. Las expresiones faciales, las posturas, los saltos, etc. hacen nuestra delicia. La fruta les gusta especialmente y con un trozo de manzana es más fácil que se acerquen. Eso sí, hay que ganarse al macho alfa que no andará lejos. Si él se acerca a nosotros, permitirá que los demás lo hagan y éstos se sentirán animados a la confianza al verle a él.
Y es que los monos del Atlas son muy curiosos, pero sobre todo muy divertidos.Es curioso y yo me fijo en ello, cada vez que pasamos por allí y nos paramos un buen rato, a la hora de marcharnos todos nuestros compañeros de viaje lo hacen esbozando una amplia sonrisa y cuando nos volvemos a reunir en la siguiente parada, nunca falta el comentario, la anécdota del comportamiento de los monos: “me robó la bolsa de cacahuetes por la cara”, “en vez de quitar el tapón, le hizo un agujero con los dientes a la botella de agua para beber de ella”, “hubo uno que me hizo uuhhh”. Cualquiera de ellos es seguido de una sonora carcajada del grupo.